lunes, 15 de febrero de 2010

El proyecto de rectificación y ensanche de Mazarrón que diseño en 1872 el arquitecto y pintor Marín Baldo


EL PROYECTO DE RECTIFICACIÓN Y ENSANCHE DE MAZARRÓN QUE DISEÑÓ EL ARQUITECTO MARÍN BALDO EN 1872


Publicamos este artículo del Cronista Oficial de la Villa de Mazarrón, Mariano Guillén, pidiéndole disculpas por un error que supuso la no inclusión de su colaboración en el libro de fiestas 2009


EL PROYECTO DE RECTIFICACIÓN Y ENSANCHE DE MAZARRÓN QUE DISEÑÓ EL ARQUITECTO MARÍN BALDO EN 1872


En el año 1872 Mazarrón vivía el inicio de su particular revolución industrial y su antigua configuración arquitectónica era incapaz de soportar la llegada masiva de nuevos vecinos. Por eso el ilustrado alcalde Agustín Juan Maurandi encargó un proyecto de rectificación y ensanche de la población al arquitecto más famoso de la provincia, el murciano José Marín Baldo. Nacido en Murcia en 1828, Marín Baldo cursó estudios en la Escuela de Arquitectura de Madrid, para marcharse más tarde a París donde amplió sus conocimientos. Realizó sus primeros trabajos profesionales a mediados de la década de los años cincuenta en Murcia, donde desempeñó el cargo de arquitecto municipal (firmando, entre otros edificios, el Casino de Murcia) y dedicando parte de su tiempo a la literatura y la pintura, dos aspectos éstos que centraron su labor creativa. Luego, a comienzos de la Restauración, el polifacético arquitecto se trasladó a Madrid para diseñar proyectos de intervención en inmuebles públicos de carácter civil, colaborando activamente en planeamientos urbanos que rescataran poblaciones afectadas por catástrofes naturales (inundaciones en el levante español en 1879 y terremotos en Andalucía en 1884).En el anteproyecto que se conserva en el Archivo Municipal de Mazarrón, Marín Baldo acomete la rectificación y ensanche de la villa de Mazarrón afirmando que el principal problema deriva en ese viejo vicio de nuestra Administración Pública en general, y muy marcadamente en la municipal, de tener consideración a las personas según sea su importancia y su poder o fortuna. “…respetando y tolerando ilegalidades urbanísticas porque se trata de D. Fulano que es un cacique del pueblo y que no le conviene ni le consiente su vanidad el que se le aplique el derecho y se le mida con la vara de la justicia. El cacique lo puede todo, para el cacique no hay ordenanzas municipales, ni alineaciones que se marcan en un plano como el que nos ocupa…”.Dentro de la villa existían sólo 640 casas, siendo la mayoría de sólo piso bajo, excepto unas 30 o 40 de dos pisos, aunque por su deformidad y situación topográfica, presentaban grandes dificultades para el estudio de su rectificación y ensanche. Nada era más esperpéntico que la planta de esta población, inducida por la sucesión de una y otra casa adjudicada sin orden ni concierto, cada una a distinta alineación que las otras, torciendo y retorciendo el rumbo de las callejuelas según la disposición del terreno, sus desniveles y el gusto del propietario. Verdaderamente se podía presentar la villa de Mazarrón como un modelo de irregularidades,…muchas callejuelas sin salida y formando recodos, los más contrarios a la higiene pública, la buena ventilación y viabilidad; pero además, toda esta planta singular y extraña se situaba sobre un terreno accidentado que ofrecía grandes desniveles, no bien aprovechados para las corrientes de aguas pluviales, que en los grandes aguaceros inundaban algunos sitios por falta de fácil salida en su corriente.El centro principal de la villa y donde se encontraban las mejores casas y vivían las personas más acomodadas era la parte baja de la calle de Los Lardines, plaza de la Libertad, calle de la Verdura y plaza de Palacios. La parte más alta de la población estaba ocupada por el vecindario más pobre, con habitáculos pequeños y tortuosas calles, tal vez porque estaban asentadas sobre las escarpadas laderas del Cabezo de San Cristóbal, donde parecía imposible acometer un ensanche.Las dos zonas que Marín Baldo consideraba más apropiadas para el ensanche eran, en primer lugar, la inmensa huerta contigua a la iglesia de La Purísima que perteneció al convento de San Francisco, y la falda del cerro del Molinete, desde la extremidad de la calle de Barrionuevo, hasta la balsa o depósito de los sobrantes de agua de la villa. Pero el proyecto del sabio arquitecto murciano exigía el establecimiento de tantas líneas de reforma y de transformación en calles y plazas, que el Concejo dejó para otra ocasión o para otro “equipo de gobierno” (como se dice ahora), el acometer las necesarias mejoras que necesitaba la villa. El casco histórico de Mazarrón ha llegado así hasta nuestros días, casi con la misma caprichosa alineación arquitectónica que le dieron nuestros más lejanos antepasados, con la única salvedad que las mansiones de las familias más acomodadas se han trasladado hoy al extrarradio. Mariano C. Guillén RiquelmeCronista Oficial de Mazarrón

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